La guerra en el cambio de orden mundial


¿Cuándo fue excluída la guerra de la teoría crítica?


En el mismo momento en que se excluyó la lucha de clases, es decir, la revolución.


La guerra es un mercado mundial moviéndose libremente porque ha eliminado a todos sus obstáculos, especialmente el miedo a una revolución.


La guerra, el genocidio y el fascismo vuelven sensacionalmente a nuestras noticias.


Los militares van a los colegios a dar charlas sobre la buena salida que supone ir al ejército (a convertrise en carne de cañón) y nadie se escandaliza de esto: "No hay futuro para los chicos, esta es una salida"


Hay ahí un juego viejo, el de desligar los ejercitos de la guerra y blanquearlos con sus labores humanitarias y civiles. Como la filantropía de los millonarios. Para ser beneficioso para la sociedad no puedes gastar lo necesario para salud y educación en armas ni puedes acumular plusvalía.


Los militares en su salvapantallas muestran que entrenar con armas, conducir tanques, escalar con mochilas llenas de municion como un juego infantil e inofensivo, por un lado, y feroz por otro, feroz contra "el enemigo", un enemigo que las élites del Capitalismo crean y eliminan segun soplen los vientos de la historia.


Nos venden la idea de la función pacifista del ejército: ayudar en las catástrofes. No se necesita entrenar a nadie con metralletas y carros blindados para ir a salvar a personas que se ahogan en una inundación. La realidad de Valencia nos ha mostrado que se necesitan brazos y vehiculos adecuados. No cañones.


Nos venden la idea de que alguien nos va a invadir. Putin ha sido el Dr Strangelove, la super estrella del miedo a la invasión. Hace unos años fue Stalin, después todos los sucesores del Kremlin. Hubo un respiro para Rusia cuando los que nos iban a invadir eran los árabes, los musulmanes, para ser más precisos. Un extraño ejército de hombres barbudos con jaiques y chilabas iban a venir a vestirnos a todas con burka.


Todo esto se lo cree la gente. No se lo cree porque es estúpida, en general, se lo cree porque no ha tenido acceso a una educación crítica, porque la educación y sus correligionarios, los medios de comunicación, son armas de guerra, creadas para entrar en el cerebro humano y transformarlo.


La guerra no es algo que sucede porque periódicamente un loco quiere invadir el sereno y civilizado "mundo libre"


Entender la guerra es responder a una preguntas simples:


¿Qué relación tienen las guerras con el Capitalismo y su producción?


¿Constituyen incidentes de su desarrollo o elementos estructurales?


¿Qué relación existe entre el Estado -que tiene el poder de declarar y gestionar la guerra- y el Capital?


¿Sigue vigente un concepto de producción que margina al Estado y su soberanía?


¿ Es el Estado un elemento puramente funcional y subordinado a las necesidades de la acumulación de capital?








Los medios se centran en héroes que han conseguido fortunas desde la nada, como si el Capitalismo fuese asunto de mentes privilegiadas que consiguen mucho dinero y luego se hacen filantropicos.


Los chicos listos de Silicon Valley, unos frikis muertos de hambre, que en un garaje cambiaron el mundo. Héroes contemporáneos. Qué más da que se les olvide decir que el Pentágono y la CIA les engrosaban sus cuentas bancarias y les proporcionaban todo lo que sus bocas pedían para poner sus nuevas tecnologias en manos de los halcones belicosos.


El Capitalismo con esta teoría no se forma desde una acumulación que tiene que ver con el robo al pueblo, sino desde mentes brillantes que consiguen triunfar en el mundo de las oportunidades.


Si tú no lo consigues es porque no eres tan listo. Sencillamente. Una teoría simplista, falsa, casi infantil, pero de gran calado.








La soberania de Estados Unidos viene de la mano del proceso de subordinación del Estado a las finanzas.


En realidad, el poder soberano, que encuentra su máxima expresión en la guerra, no puede existir sin el poder de las finanzas.


El monopolio económico del poder de las finanzas no puede existir sin el monopolio político-militar de la fuerza que favorece e impone la dolarización, condición indispensable para la existencia tanto del Estado como de las finanzas estadounidenses.


Economía y poder político se presuponen mutuamente, pero en fases como la que estamos atravesando prima lo político, aunque en la decisión soberana de guerra la cuestión de la hegemonía económica sea decisiva.
Cuando el poder político se desvía en las urnas, la economía usa todos sus tentáculos para devolverlo a su lugar.


En nuestras sociedades, la acción económica y la acción político-militar están estrechamente relacionadas al constituir una única máquina de Estado-Capital, en la que la primera no tiene una función simplemente instrumental y subordinada a la segunda.


Estado y Capital persiguen objetivos distintos pero convergentes; el aumento de poder del primero y el aumento de ganancias del segundo se retroalimentan.


No es cierto que la política haya desaparecido, que el Estado haya retrocedido; el Estado y la política son parte integral de la máquina en la que la acumulación de ganancias y la acumulación de poder trabajan juntas.


La teoría crítica, desde los años 1960 hasta hoy, ha colocado los conceptos y realidades del poder y del Estado en el centro de sus investigaciones.


Los objetivos perseguidos fueron la crítica al concepto de soberanía y el deseo de superar la interpretación marxista según la cual el poder se identifica con la producción y el Estado se reduce a una simple función de los procesos de acumulación de valor.




El Estado y su soberanía, el monopolio de la fuerza que se manifiesta plenamente en la guerra, pero también su poder administrativo, deben integrarse con los conceptos marxistas de capital y producción.




Podemos aproximarnos al problema planteándonos la pregunta: ¿cómo definir la situación que se abrió con la crisis financiera de 2007/8?


Fernand Braudel –que no fue un pensador marxista– nos enseñó que el capitalismo «siempre ha sido monopolista», que la competencia sirve para eliminar adversarios y que el mercado no existe en el capitalismo: hay un «contramercado» controlado por unos pocos sujetos. que, gracias a la competencia, siempre conduce al monopolio.
Braudel escribió que los capitalistas «tienen mil maneras de distorsionar el juego a su favor, a través del crédito», la moneda, el poder político, etc., «ya sea que tengan monopolios a su disposición o simplemente el poder necesario para cancelar, nueve de cada diez veces , la competencia, ¿quién lo dudaría?".


¿Cómo podemos explicar que el fin de la gobernanza neoliberal a través del mercado nos haya dado la mayor concentración monopolística en la historia del capitalismo y la historia de la humanidad?


Con el simple hecho de que la centralización económica (al igual que la centralización política) nunca se ha detenido. De hecho, en el neoliberalismo ha experimentado una aceleración deslumbrante, velada por la ideología del mercado y la competencia. Braudel nos dice que mercado y capitalismo no son lo mismo, y confundirlos ha creado y sigue creando una enorme confusión. Se comete un error similar al identificar capitalismo y neoliberalismo.


La condición positiva para comprender la situación contemporánea viene dada más bien por la superposición de acontecimientos: crisis financiera, populismo, nuevo fascismo, guerras civiles, guerra, genocidio.
Para tener una imagen del capital y de su relación con la soberanía, que adquiere un papel decisivo precisamente en este período, partiremos no del principio, sino del final del primer libro de El Capital, es decir , de la acumulación original .


Marx la describió como la era de la formación de las clases y del Estado (absoluto) en y a través del ejercicio de la gran violencia de las guerras civiles, las guerras de conquista y los genocidios.


El revolucionario alemán pensó, erróneamente, que una vez establecida la producción capitalista, siempre reproduciría sus propias condiciones.


Lo cual es cierto de manera limitada (reproduce sus condiciones de existencia dentro de un modo de acumulación específico hasta que éste entra en crisis) o falso, porque el paso de un modo de acumulación a otro, por ejemplo del fordismo al neoliberalismo, no se planteó espontánea e inmanentemente de la producción y el consumo fordistas y del Estado keynesiano.
La máquina Estado-Capital tuvo que pasar por la organización de una ruptura, una discontinuidad representada por la década 69-79 que implicó la intervención del poder soberano y de la fuerza armada donde era necesario.


No es sólo la política estatal , es decir, la guerra, los golpes de Estado, las revoluciones, la lucha de clases y sus resultados, los que deciden la nueva configuración de las relaciones de capital, las relaciones de poder y la forma del Estado.


La primera división del trabajo es siempre política y no económica porque debe producir dominantes y dominados, porque debe dividir entre propietarios y no propietarios .


La propiedad privada es una condición previa del capital, pero es el Estado quien la crea y la garantiza.


La organización de la producción y la división del trabajo propiamente dicha, las que encontramos en El Capital, llegan más tarde a normalizar las relaciones de poder definidas por el choque político entre las clases.


El estado de excepción suspende cuando es necesario a las clases dominantes las normas jurídicas, productivas y democráticas por las cuales reinan y deciden el Estado, el uso de la fuerza y ​​la guerra.
Aunque hay que distinguir excepción y alarma.




La "Ley Patriota" de Bush o las medidas impuestas por el Estado durante el Covid son casos de emergencia.


Reservamos el concepto de estado de excepción para épocas de rupturas radicales que marcan la transición de un orden económico-político del mundo a otro: la Revolución Francesa que marca el fin del antiguo régimen (feudal) ; las dos guerras mundiales que fueron una única y larga guerra civil y, dentro de estas guerras, la Revolución Soviética (o China) que en conjunto definieron un nuevo orden mundial: la Guerra Fría; los años 1970, que determinaron la transición del fordismo a un neoliberalismo mal definido; o, de nuevo, la situación actual que anuncia el fin de este último y presagia lo "nuevo" que surgirá precisamente del conflicto en curso.e.


La pandemia no define un nuevo orden mundial, lo hace la guerra que estalló inmediatamente después.


Los problemas de la pandemia prácticamente desaparecieron con la guerra.
Lo que nos interesa comprender es, en el "vacío jurídico" del estado de excepción, qué fuerzas luchan entre sí por una nueva hegemonía económico-política o incluso, si es posible, por la revolución imposible
En la acumulación original descrita por Marx encontramos, como de hecho en sus escritos histórico-políticos, muchos paralelismos con nuestra situación: multiplicidad de sujetos (secuestradores y traficantes de esclavos, aventureros, piratas, rentistas, financieros, capitalistas, agricultores, soldados, comerciantes, etc.); multiplicidad de modos de producción y explotación (esclavitud, trabajo servil, trabajo asalariado, explotación financiera y crediticia, etc.); multiplicidad de formas de violencia (genocidio de pueblos indígenas, expropiación de tierras comunales en Europa y tierras "libres" en el nuevo mundo, guerras de conquista, de sometimiento, guerra civil, guerras entre imperialismos, etc.).


En esta fase de violencia en desarrollo, el papel central lo desempeña el Estado: "la naciente burguesía no puede prescindir de su constante intervención", mediante la cual "todos los métodos de acumulación original explotan, sin excepción, el poder del Estado", no sólo desde el desde el punto de vista militar como poseedor del monopolio de la fuerza - "brutal" dice Marx -, pero también desde el punto de vista económico como gestor del crédito y la deuda públicos y político-legislativos, capaz de producir leyes especiales - "legislación sangrienta" contra los campesinos reducidos a la mendicidad por las expropiaciones.




Del texto se desprende una afirmación marxista muy importante que, sin embargo, debe extenderse hasta nuestros días: es el Estado el que precipita violentamente el paso de un orden a otro (aquí del feudalismo al capitalismo) y acorta, mediante el uso de la fuerza, el tiempo de transición.


El desarrollo del capitalismo introduce un cambio radical en la relación Estado/Capital.


Si es cierto que siempre han estado en una relación de dependencia mutua, desde finales del siglo XIX y particularmente desde principios del XX, la relativa autonomía del Estado respecto de la economía y de ésta respecto de el Estado se adelgaza y las dos realidades se integran en una única máquina bicéfala.


Cómo nació y cómo murió el neoliberalismo


La definición que hemos dado de la situación actual (acumulación originaria y estado de excepción) nos permite disipar todas las ambigüedades y confusiones que ha suscitado el concepto de neoliberalismo. De la experiencia de su nacimiento y de su rápido declive quizás podamos sacar algunas lecciones para la situación que estamos viviendo.


Las dos guerras mundiales habían afirmado la hegemonía estadounidense en Occidente
Posteriormente, una gubernamentalidad keynesiana, a veces socialdemócrata, estabilizó y normalizó relaciones de poder sin precedentes en el Norte global.
La nueva acumulación de capital liderada por Estados Unidos entró en crisis ya a finales de los años sesenta. La máquina de capital de Estado estadounidense puso en marcha inmediatamente una nueva acumulación originaria y su estado de excepción que arrasó el planeta de 1969 a 1979, determinando la transición del fordismo al posfordismo.


La victoria lograda por la máquina de Estado-Capital en esa década abrió el camino a una nueva forma de gubernamentalidad, el neoliberalismo, que acompañó la acumulación centrada en el crédito y las finanzas, hasta que esta última también colapsó (2008).


La sucesión de crisis financiera, populismo, guerra y genocidio han decretado su fin.


Nos encontramos ahora en medio de la gran violencia propia de los momentos en los que se establece un nuevo orden (si las grandes potencias lo logran, ¡porque no es un hecho!).




Intentemos mirar más de cerca lo ocurrido en la década 69-79, para tener una idea más precisa de la forma y función de la acumulación original en el origen de la nueva globalización que comenzó en los años 80, que ahora se desmorona ante nuestros ojos.


El ciclo de luchas globales que culminó en 1968 impuso un cambio en la estrategia política de la maquinaria de Estado-Capital estadounidense, que intentó -al principio tímidamente, luego cada vez más confiada en su proyecto- definir una nueva forma de acumulación, primero derrotando y modificando posteriormente la composición de clases, construyendo un Estado que es una crítica permanente al Estado keynesiano, ya que las masas habían logrado, gracias a las revoluciones del siglo XX, labrarse espacios de contrapoder en su seno.


La obra de destrucción sólo puede comenzar desde el lugar donde el sujeto político fue más fuerte: el Sur del mundo.


Estados Unidos, liderado por Kissinger, organiza una serie ejemplar de golpes de estado en América del Sur a través de militares fascistas.


El Estado y su poder de declarar la guerra civil, imponer el estado de excepción y utilizar a los fascistas, se manifiesta también dentro del capitalismo maduro, como un derecho sobre la vida y la muerte de miles de comunistas y socialistas.


En el Norte, la relativa integración de la clase trabajadora al sistema, lograda gracias a los salarios y el consumo, requirió más simplemente una derrota política (véanse los ejemplos de los gobiernos de Thatcher o Reagan).


Se suspendieron las normas y técnicas jurídicas, productivas, sociales que habían regido desde la posguerra hasta el 68. Sin tocar la constitución formal ni la ley, la constitución material se trastorna y modifica profundamente.


Las relaciones de fuerza, radicalmente modificadas a favor del Capital, crean las condiciones para modificar efectivamente las normas jurídicas, las normas de producción y las técnicas de poder que no surgen inmanentemente de la producción fordista y del Estado keynesiano, sino que deben construirse con el uso de de la fuerza armada del fascismo y de la fuerza política del Estado. El principal objeto de la violencia son los procesos de subjetivación revolucionaria. Las nuevas reglas no pueden actuar en una situación de "caos" determinada por una lucha de clases en desarrollo como en América Latina. Para imponerlos es necesario primero establecer orden en las subjetividades; sólo los sujetos derrotados estarán disponibles para adoptar nuevos comportamientos, nuevas formas de trabajar, nuevos métodos de reproducción.


Como en el pasaje de Marx sobre la acumulación original, también en los años 1970 fue el Estado el que precipitó violentamente la transición de un orden político-económico a otro y acortó, mediante el uso de la fuerza, la fase de transición.
No son los capitalistas que, en los años 1970, bombardearon la residencia presidencial de Allende y encarcelaron y torturaron a miles de militantes socialistas y comunistas, o que asesinaron a cuadros de las Panteras Negras, que organizaron la estrategia de tensión en Italia, etc. –, pero una vez lograda la victoria sobre la revolución, los economistas neoliberales se sientan junto a los soldados fascistas en los gobiernos sudamericanos.
Sólo después de haber normalizado completamente la "situación" creada por los golpes de Estado los neoliberales podrán gobernarse a sí mismos mediante imponer nuevas normas y comportamientos.
Después del restablecimiento del mando de la maquinaria de Estado-Capital, la situación se normalizará construyendo un nuevo consenso de los ganadores que pase por la economía de deuda y el consumo de crédito y ya no por los salarios y el bienestar.


El resultado político más importante de la nueva acumulación original y del estado de excepción será, como siempre en el Capitalismo, una nueva configuración de la propiedad privada basada ya no en el capitalismo industrial sino en las finanzas: el nuevo principio de distribución de la riqueza ya no ve en su origen centro no son los productores, sino los propietarios de acciones, bonos y activos financieros.


Sólo después de que la máquina de Estado-Capital haya sembrado la muerte política comienza el neoliberalismo como la gubernamentalidad de las nuevas relaciones de fuerza entre clases.


Muy rápidamente, lo que nunca había retrocedido reaparece con toda su horrible fuerza: el poder soberano sobre la vida y la muerte, señal de que una nueva acumulación original se prepara para crear las condiciones políticas de un nuevo orden mundial. El liberalismo clásico fue destruido por la Primera Guerra Mundial, pero el capitalismo continuó reproduciéndose en alianza con el fascismo y el nazismo. El neoliberalismo está muerto, pero el capitalismo continúa con guerras, guerras civiles y alianzas renovadas con nuevos fascismos, asumiendo hoy el peso de la gran violencia del genocidio.










Maurizio Lazzarato vive y trabaja en París. Entre sus publicaciones La fábrica del endeudado (2012), El gobierno del endeudado (2013), El capitalismo odia a todos (2019), Guerra o revolución (2022), Guerra y dinero (2023). Su último trabajo es: ¿Guerra Civil Mundial?

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